bienvenido / welcome

sin patria, pero sin amo
without motherland, but without love

miércoles, 1 de julio de 2009

PRENSA GULAG: EL FRAGMENTO DE HOY

El ford amarillo chillón del 58, pero bien mantenido parqueó delante de la oficina de Islapress y causó en todos el habitual nerviosismo que produce siempre en La Habana y en la casa de opositores la llegada de un carro no esperado. Arturo, Pablo y Isadora salieron enseguida a ver quien sería el nuevo visitante o la nueva amenaza.

Del carro se bajó un hombre joven, de piel muy blanca, claramente europeo, y caminó hasta la puerta.

-¿Usted es Arturo Estuardo? –preguntó

- Si. Mucho gusto –respondió Arturo extendiéndole la mano.

-Yo soy Philip –dijo- Vengo de parte de Reporteros Sin Fronteras. Les traigo un ordenador portátil para Islapress. No anuncié la visita porque me indicaron que no hablara por el teléfono de ustedes.

- No tiene importancia – le respondió Arturo y virándose hacia Isadora, Pablo y Pepe. Ella es Isadora, la periodista más joven y bella de la agencia. Él, Pablo, el subdirector, él Pepe.

El francés les extendió la mano y terminó su presentación en un español perfecto sólo marcado por el acento original del hombre. El inesperado visitante, desde que cruzó el umbral y mientras saludaba, miró detenidamente a sus anfitriones y se detuvo en la imagen más discordante, en la de Pablo, como si deshiciera el mal nudo de la corbata y midiera el largo de la prenda desde ese nudo hasta el punto en que caía a mitad de su barriga. Aunque Arturo se había propuesto que no se sentiría más nunca responsable de la indumentaria de su amigo, se sintió incómodo ante el escrutinio no muy disimulado. El que conoce bien a los franceses, sobre todo si se trata de los arrogantes y civilizados parisinos, conoce lo que saben apreciar.

-Como dicen en las telenovelas cubanas –dijo Isadora- ardo en deseos de ver la computadora.

Si, enseguida –dijo el francés y caminó hasta la mesa.

En instantes la computadora portátil estaba abierta junto la vieja máquina de escribir que por encima del hombro la miraba con orgullo consiente de que ella sería la heroína de las más fieras batallas de letras y signos de puntuación que libraría la agencia.

Isadora no ocultó su natural entusiasmo y no se le ocurrió otra cosa que decir
¡Qué bonita, Arturo!

Tendrás que darnos también un seminario sobre cómo utilizarla –dijo Arturo- pues nunca nos hemos sentado delante de ese artefacto. Incluso puedo decirte que ni en los periódicos nacionales cubanos se utilizan computadoras. Para nosotros esto es todo un descubrimiento.

Tengo previsto darles unas lecciones antes de irme –respondió el francés- En Reporteros Sin Fronteras me alertaron sobre eso. ¿Cuándo empezamos?

Ahora –interrumpió Isadora

Después que tomemos un buen café cubano –completó Pablo.

Siéntense, que lo hago –indicó Arturo, y Pablo y el francés se sentaron mientras Isadora se quedó mirando el raro aparato.

¿Te gusta el nombre de Juana de Arco para la computadora? –preguntó Isadora al francés.

Sí. Muy bien, muy bien –respondió el francés.

¿Cuándo te vas, francecito? –preguntó Pablo no sin antes fijarse en su nariz y, como siempre, con el dedo índice y pulgar sacarse de un tirón un largo pelo.

El francés no demostró entusiasmo con el diminutivo que acababan de encasquetarle, pero contestó:

¿De aquí o de Cuba?.

De Cuba, de Cuba –aclaró Pablo.

Me voy el fin de semana. Salgo de aquí para México y de México a París –dijo.

Arturo llegó con las 4 tazas de café y cuatro vasos de agua.

El verdadero café cubano no es este –dijo. El verdadero café cubano se hace con colador y se sirve fuerte, con poca azúcar, y derrama el olor, el aroma, por todas las ventanas de la casa, hasta el patio. Este adolece del pecado original de la revolución, la escasez. No me quedaba mucho polvo ya y lo he hecho con una cafetera, pero espero que te guste.

Todos cogieron su taza y sorbieron.

Está muy bueno –dijo el francés

Otras veces te ha quedado mejor –dijo Pablo- Ah, y antes de que se me olvide, esta noche voy a revisar la Carta de Estilo de la agencia.

Está bien, todo lo que yo escribo es susceptible de ser empeorado –ironizó Arturo- y, volviendo al café, puntualizó: pocas veces ha sido hecho con tan poco polvo y tanto afecto.

Está bueno, está bueno –dijo Isadora y se levantó a recoger las tazas.

Arturo, Pablo y Isadora sacaron sus cajetillas de cigarros Populares cuya mala envoltura debió decirle al francés que eran de pésima calidad porque invitó a fumar de los suyos.

Acéptenme un Gitanes –dijo

Pues sí –dijo Arturo porque estos rompe pecho no sirven para nada, pero son los cigarros que nos entregan por la libreta de racionamiento, los que tiene que fumar el pueblo cubano. Los buenos, como los Montecristo, son sólo para exportación. Es increíble que en el país del tabaco, del azúcar y el café la gente no pueda fumar buenos cigarrillos, ni tenga azúcar ni café. Es increíble, pero cierto. Fumar esta basura es mi prueba diaria de patriotismo revolucionario.

La lección –recordó Isadora.

Todos con sus Gitanes encendidos se dirigieron hacia la computadora.

Miren –dijo el francés- Empezamos por encenderla. Aprietan esta tecla. Después les pedirá una clave para entrar. Escriben habanalibre, todo con minúscula y junto. Es la clave, y entran, y una vez que la pantalla esté así, pueden redactar la noticia. Esto es lo que se llama ratón.

Qué ecológico –bromeó Isadora.

Les sirve –aclaró el francés- para mover esto que se llama puntero por toda la pantalla. Van hasta este programa que se llama Word y, así, empiezan a escribir normalmente con este teclado que es como el de las máquinas de escribir: “Un ciudadano contrarrevolucionario francés acaba de entregarle al staff de Islapress, en la capital cubana, un ordenador portátil que tan pronto como sea detectado por la policía política será incautado”. No quiero atosigarlos ahora, pero, después que han escrito, deben guardar el texto así. Si lo desean, pueden guardarlo también en un disquete y si tuvieran impresora también podrían imprimirlo en papel. Ya estamos listos. ¿Entendido? Muy sencillo, ¿no?

Si, -dijo Isadora entusiasta- Quiero comunicarme con mis amigos.

Para eso tienes que estar conectada a Internet mediante la línea telefónica o…
No –aclaró Arturo- No podremos conectarnos a Internet porque nos la detectaría la policía política y nos la quitarían.

Si nos ponemos fatales y nos hacen un registro, también nos la quitarían –dijo Pablo
Ahhh –dijo Isadora.

Bien, amigos. Tengo que hacer otras visitas a otros amigos y entregar algunas cosas que les he traído, mecheros, bolígrafos... Ha sido un placer para mí tener el privilegio de conoceros y de haber hecho mi pequeño aporte a la libertad de prensa en Cuba.

Muchas gracias por la computadora –le dijo Pepe.

¿Adonde nos aconsejarías que fuéramos cuando vayamos a tu bello París -dijo Isadora con la intención de reciprocar el elogio.

Es que todos coincidimos en que Paris bien vale tres misas –dijo Arturo con la misma intención.

Es la ciudad del mundo más visitada por turistas –dijo el francés.

¿Qué lugares me sugerirías? –insistió Isadora.

Los que buscan admirar tesoros culturales van al Museo del Louvre –dijo el francés dejando claro un tono doctoral que sin embargo no molestó- La magnificencia de la vieja torre Eiffel todavía asombra. Muy cerca puedes visitar la tumba de Napoleón y conocer las armas con las que el Emperador conquistó media Europa. Si pretendes contactar con la sensualidad de la ciudad de l´amour puedes hacerlo visitando el barrio Montmartre. Si te interesa conocer el habitat de la vieja aristocracia europea puedes ir a los palacios de Versalles y de las Tullerías. Si simplemente quieres pasear en una amplia avenida y mirar el variado rostro de la muchedumbre, lo lograrás en la avenida de los Campos Eliseos. Podrías ir al Théâtre du Rond Point, en plenos Campos Elíseos, teatro que está rodeado por los jardines y fuentes del Grand Palais y por la Avenue Montaigne con sus tiendas lujosísimas. Tendrías que reservar una de las apenas 750 butacas con que cuenta este pequeño y bello teatro en forma de bombonera que estaría monopolizado por la elegante, refinada, mediática, rica, lúdica y sensible a la belleza Gauche Caviar Parisina. Podrías pedirle un autógrafo a Catherine Deneuve, la inolvidable actriz de Los Paraguas de Cherburgo y de "Belle du Jour", elegante símbolo de Yves Saint Laurent. Si es verano, podrías leer en alguna terraza Le Nouvel Observateur, principal semanario de la izquierda intelectual francesa o el diario de centro izquierda Le Monde. ¿Satisfecha?

Sí, pero pregunté por simple curiosidad. Los cubanos no podemos hacer turismo hacia el extranjero, aunque tengamos el dinero. El gobierno no lo permite –responde Isadora con una triste tonadilla.

Tómate un vaso de agua, francecito, para que conozcas el agua cubana –dijo Pablo extendiéndole el vaso.

Philip, que sudaba, cogió el vaso y bebió.

Muy rica –dijo- Isadora, de todas formas cuando puedas ir a Paris yo seré tu guía –y dirigiéndose a todos- Bien, muchachos. Misión cumplida. Tengo que irme.

El hombre se levanto y, acompañado por todos, se dirigió hacia la puerta.
Francecito, pasas por el Vedado? –preguntó Pablo.

Si, voy para el Vedado –respondió el francés.

Entonces, me voy contigo –agregó Pablo y sin preguntar si importunaba o no caminó con todos hacia el ford amarillo chillón.

¿Qué tienes que hacer en el Vedado, Pablo? –preguntó Arturo.

Tengo que ir a la farmacia –respondió Pablo- Se me acabó el meprobamato.

El francés y Pablo se despidieron y subieron al carro que se perdió al doblar de la esquina.

Que alegría, Arturo –dijo Isadora. Ya tenemos computadora –y se sentó a cacharrear ante Juana de Arco, contenta como la niña que hacia muy pocos años había sido. Tres horas después, cuando ya caía la noche sobre La Habana se levantó convencida de que era la habanera que más sabía de informática.

Te has dado gusto –dijo Arturo- No te he hablado porque te vi tan ensimismada que no te quería molestar.

Isadora, tenemos que ver dónde escondemos a Juana de Arco. Pienso que siempre, excepto cuando la estemos utilizando, debe estar guardada, envuelta en nailon, entre el techo y el entretecho del cuarto de desahogo. Es la única forma en que tal vez nos podría durar algo.

¿No será mejor tenerla en casa de Barbarita? –preguntó Isadora

El problema es que llevarla y traerla de casa de Barbarita puede crear sospecha –argumentó Arturo.

De acuerdo. ¿Arturo, te gusta la frase “Paris bien vale una misa”? –preguntó Isadora.
Me gusta más “Mi palabra va a misa”.-le respondió Arturo.

Muy buena, Arturo –le dijo Pepe.

Tiene poca memoria –le responde Arturo.

A caballo regalao’ no se le mira el colmillo –dice Pepe.

Por la misma esquina que había doblado el viejo ford amarillo chillón acaba de llegar un lada blanco nuevo de chapa amarilla. Cinco hombres vestidos de verde olivo se bajaron y tocaron a la puerta. Arturo y Isadora, que estaban entretenidos con el asunto de la computadora, los vieron cuando ya habían llegado al portal.

-Ay, Arturo –dijo Isadora más como lamento sentimental que por miedo.
Arturo salió a su encuentro.

-Gusano, ¿donde tienes la computadora esa? –le preguntaron y sin darle tiempo a responder- ¡Ah, pero si la maldita esta oyéndonos!

Caminaron hacia la computadora, mientras que Isadora renunciaba a su idea de enfrentárseles y se apartaba en un rincón.

¡Que maravilla, jefe!–dijo el hombre 1.

Todos rodeaban la mesa. El jefe no respondió.

Tu sabes, gusano, que no tienes autorización –dijo el jefe- para tener una computadora.

No, señor. Se equivoca –respondió Arturo- Yo no tengo que tener autorización para tener una computadora.

Ya verás, Arturito, si tienes o no tienes que tener autorización para tener este equipo –dijo el hombre 2

El hombre 3 se inclinó sobre la computadora, la cerró y, con ella, caminó hacia la puerta.

Ya verás, ya verás. Ahora mismo lo verás –dijo el hombre 4.

Como ven, contrarrevolucionarios, se quedaron sin computadora enseguidita, ¿ven? Enseguidita –dijo el jefe.

Bello equipo, jefe –dijo el hombre 4- Pero, gracias a la eficiencia de nuestras gloriosas fuerzas de seguridad no pudieron elaborar ni una noticia con ella.

Se equivoca –dijo Isadora encarándosele al hombre 4- Sí elaboramos una noticia. Está ahí guardada. La noticia de que nos la entregaba un amigo y nos la quitaba un enemigo.

Bien, muchachos. Nos vamos con la misión cumplida –dijo el jefe- Somos cada vez mas eficientes mientras que los agentes del enemigo –dijo mirando a Arturo y Isadora- lo son menos cada día.

Isadora se interpuso rápido entre los hombres que se llevaban su computadora y la imperturbable puerta.

Ustedes lo que quieren es robarse a Juana de Arco –les gritó.

Jefe, Juana de Arco no era la contrarrevolucionaria que quemó en la hoguera el compañero Stalin? –preguntó el hombre 1.

Ah, que buena idea me has dado muchacha –le dijo a Isadora y con una expresión sádica el regordete jefe agregó: Vamos para el patio, compañeros. Seguido por los cuatro policías y por Arturo y Isadora al final, todos se dirigieron hacia el patio.

¿Vamos a hacerle lo mismo que a la contrarrevolucionaria, jefe? –preguntó el hombre 3.

Positivo. Recojan todos esos pedazos de palo y hagan una hoguera en el centro del patio –ordenó el jefe.

En poco rato, y ante las miradas indignadas de Arturo y Isadora, había una hoguera presta a quemar en el medio del patio.

Ahora, compañeros, lo único que falta es que se cumpla la sentencia y, ordenándole al que tenía la computadora, rugió:

Échala a la candela.

La computadora ardió completamente ante los ojos impotentes de Isadora y Arturo, y los verdugos se fueron satisfechos.

-Ánimo, Isadora, ánimo –dijo Arturo- que habrá más computadoras en nuestras vidas.

¡Tú tienes que enamorarte también como yo!

- ¿Has sabido de Amparo? –preguntó Isadora.

-Sí, la llamé anoche –dijo Arturo y preguntó:

-¿Cuándo vas a enamorarte, muchacha?

-Pronto –dijo Isadora

- ¿Me dijiste que me trajiste las revistas Hola, Interviú y Dolce Vita? –preguntó Arturo- ¿Dónde las pusiste?

- Sí, ya papi las leyó –dijo Isadora- Las puse en la gaveta de abajo del aparador para que no se las lleve alguien. ¿Te parecen buenas esas revistas, Arturo?

- Sí, pero, además, yo, como todos, necesito un mundo paralelo y bello –contesta Arturo-, como necesito del poeta César Vallejo, que inventó un idioma dentro de nuestro idioma, o a Jorge Luis Borges, que utilizó perfectamente el que tenía.

-Buenas definiciones acabas de hacer –dice Isadora- , pero, además, todos somos tremendamente rosa o rosados y cursis. Siempre un hombre tendrá que decirle a una mujer: me gustas mucho, así cursimente, rosadamente. Yo también creo que ese periodismo hace falta aunque el Comunismo diga que no.

-Mira, Isadora –dice Arturo- El Diario de Ana Frank, una niña judía. Léelo y pásaselo a alguien, pero mira lo que fue capaz de escribir una niña de 12 ó 13 años. Te leo: “A los jóvenes nos resulta doblemente difícil conservar nuestras opiniones en unos tiempos en los que se destruye y se aplasta cualquier idealismo, en los que la gente deja ver su lado más desdeñable, en los que se duda de la verdad y de la justicia y de Dios”. Fin de la cita. Parece como si se estuviera refiriendo a la vida de los jóvenes en este gran campo de concentración que ya dura casi medio siglo en Cuba.

-Ana Frank murió en un campo de concentración nazi, ¿no? –precisa Isadora.

-Sí, -dice Arturo- léelo y pásalo. Y pasando de palo pa’ rumba. Mañana, a primera hora, tenemos que denunciar por las emisoras cubanas de Miami y por Radio Martí, en Washington, esta atrocidad. Vengan temprano –dijo Arturo y agregó: Cuando te enamores, sobretodo si es locamente, Isadora, podrás soportar mejor las ejecuciones de las computadoras. ¡El amor ayuda mucho!–dijo Arturo, le tiró el brazo por arriba a Isadora y la invitó a dar un paseo por La Habana, aunque para ellos siempre andar por esta ciudad ya fuera peligroso, pero a la muchacha no se le iba aquella frase de la cabeza y quizás la acompañaría para toda la vida: -échala a la candela.

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