PELÍCULA VELADA CON MUCHACHA ENCANTADA

La historia es tan común
Que nos encontramos comúnmente
En una escalera
Donde ella estaba sentada,
O en una bocacalle
Donde chocaron nuestras mejillas,
O en el Metro Quevedo
Donde cada uno hacía
Lecturas de llenatiempo
Y nos miramos claramente, claro
Y de un chispazo
ni cupidiano
ni donjuaniano
quedamos flechadísimos
o en ese estado de encantamiento
que a posteriori
algún poeta anotaría sobre nosotros.
Fue fantástico todo, hasta lo vulgar.
Nuestras sustancias eran las complementarias,
Las que desenlazan
Desde un encontronazo de miradas
Todo el proceso animalmente químico
Del enamoramiento loco.
Le dije lo que tenía que decirle
Y ella me respondió
Exactamente
Lo que tenía que responderme.
No sonreímos
-Y no faltaron las sonrisas claves-
ni una vez en falso.
Coincidimos tanto
Que no estuvimos de acuerdo en todo.
Nos gustamos de forma desmedida y adolescente
-valga la redundancia-
desde el intelecto
hasta las entrepiernas.
Alucinaba de contenta y presente
Al hablarme y al escucharme
Y al verme alucinar de ella.
Como no quisimos agotar el tiempo
Ni los cuerpos,
Ni los deseos,
Ni el universo espiritual
Que habitábamos
Y nos habitaba
Nos tocábamos prudentemente.
Éramos el uno para el otro,
El amor a primera vista eterno
Y el amor eterno y cotidiano
La princesa rosada
Y el príncipe azul
Justamente.
El gran amor que nos ofrenda
Toda la fuerza,
Todos los impulsos,
Todo el poder
Para conquistar la vida y sus propósitos.
Tanto ocurrió en el primer y único encuentro,
En el que me dio falseado el número de su teléfono amadísimo,
O sea, el primer y único engaño.
El inconcebible, el inaceptable, el de cómo puede ser
y fue
Por suerte
Pues yo hubiera llorado muchas noches.